The United Nations Office for Project Services (UNOPS)

PRODERE: Reflexiones sobre un enfoque revolucionario del desarrollo

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A lo largo de 2015 hemos recordado algunos de nuestros logros pasados. Uno de ellos es PRODERE, un programa que ayudó en la reintegración de personas que se habían visto afectadas por las guerras civiles en América Central durante décadas.

Este año se ha celebrado el vigesimoctavo aniversario del acuerdo de Esquipulas II. Este acuerdo supuso un esfuerzo común de los líderes de los países centroamericanos para acabar con los conflictos militares que llevaban sacudiendo la región durante décadas y produciendo millones de refugiados y desplazados internos, así como poblaciones afectadas por la guerra en Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua.

El acuerdo promovió la reconciliación nacional, la democratización, las elecciones libres y la asistencia para los refugiados y los desplazados internos. Se trató de uno de los acuerdos más importantes que se han firmado en la historia de América Central y llevó a que Óscar Arias, quien lo negoció, recibiese el Premio Nobel de la Paz en 1987.

Una de las principales cuestiones que había que abordar para resolver esta crisis regional era el desplazamiento masivo de personas en toda la región. Para hacerlo, las Naciones Unidas presentaron un plan de acción especial que apoyaba el acuerdo de Esquipulas II.

PRODERE buscaba mejorar las condiciones de vida a través de actividades generadoras de ingresos y de empleo.
El agricultor de café Francisco Matom Bernal formaba parte de un colectivo de agricultores que fueron realojados cerca de Nebaj, en el altiplano occidental de Guatemala, tras la guerra.

Una iniciativa interinstitucional de las Naciones Unidas

Tras la firma del acuerdo de Esquipulas II, Italia ofreció una donación de 115 millones USD para apoyar las prioridades inmediatas del Plan de Acción de las Naciones Unidas: los refugiados, los desplazados internos y la rehabilitación económica. Esta generosa donación, sin embargo, iba acompañada de algunas condiciones: sería un plan de naturaleza regional; el sistema de las Naciones Unidas lo implementaría en los seis países; y ninguna organización de las Naciones Unidas podría trabajar sola, debían trabajar juntas para conseguir el éxito.

Los seis países centroamericanos, junto con el Gobierno de Italia y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), firmaron una carta de intenciones para instaurar un programa de desarrollo y de consolidación de la paz regional: el Programa de Desarrollo para Desplazados, Refugiados y Repatriados en Centroamérica (PRODERE), que estuvo en funcionamiento desde 1989 hasta 1995.

El principal objetivo del programa era contribuir al proceso de paz en América Central mediante la asistencia a las poblaciones afectadas para que pudiesen ser reubicadas en sus lugares de origen y mediante la prestación de apoyo al desarrollo para las comunidades en las que vivían.

El programa contaba con diversos aspectos revolucionarios

Christophe Bouvier - el entonces Gestor de portafolios de PRODERE

«El programa contaba con diversos aspectos revolucionarios», explicó Christophe Bouvier, el entonces Gestor de portafolios de PRODERE. «Fue un verdadero acto de solidaridad y generosidad internacional, particularmente porque el donante decidió no implementar el programa bilateralmente, sino a través de las Naciones Unidas», añadió. 

PRODERE estaba financiado fundamentalmente por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Italia. El PNUD actuó como asociado de cofinanciación del programa y su "Oficina de Servicios para Proyectos" (que se convirtió en UNOPS en 1994) asumió la implementación general de PRODERE, en colaboración con otras entidades de las Naciones Unidas.

Se implementaron diversos componentes con la participación de otros organismos de las Naciones Unidas, incluidas la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

Varias ONG y otras organizaciones de las Naciones Unidas, como el Programa Mundial de Alimentos (PMA), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Instituto Interamericano de Derechos Humanos, también se unirían a PRODERE[1].

De este modo, comenzó la que es considerada una de las iniciativas interinstitucionales de las Naciones Unidas más importantes.

Un enfoque revolucionario

PRODERE se centró en proporcionar necesidades básicas e integración socioeconómica a las poblaciones afectadas por la guerra. Sus objetivos eran las regiones y las zonas que se habían visto sacudidas por los conflictos violentos, como era el caso de Guatemala, El Salvador y Nicaragua, así como los países que recibían a un gran número de refugiados, como Belice, Costa Rica y Honduras[2].

«PRODERE también fue revolucionario porque prestaba esfuerzos de socorro internacional a los desplazados internos», continuó Christophe Bouvier.

«Muchas personas de América Central habían sido desplazadas de forma violenta y huían para proteger su vida, pero dentro de las fronteras de sus países. En aquella época los desplazados internos eran considerados una cuestión soberana para el país, pero el acuerdo de Esquipulas II abrió las puertas a un apoyo de mayor calibre».

«Desde entonces, la situación ha cambiado. Antes no era evidente que las Naciones Unidas o cualquier otra organización internacional tuviesen otro papel que no fuese llamar la atención a los gobiernos por no hacer su trabajo y no proteger a sus ciudadanos», añadió.

PRODERE tenía cinco objetivos: promover los derechos humanos; lograr un consenso sobre cuestiones de desarrollo humano a nivel local; encabezar la reintegración de los repatriados; restablecer los servicios básicos en áreas como la sanidad, la educación y la vivienda; y reactivar la economía local. El trabajo llevado a cabo estaba basado en un enfoque no discriminatorio y territorial.

Este enfoque ascendente en cuanto al desarrollo era diferente a los programas de cooperación técnicos tradicionales; su naturaleza inclusiva reunía a todos los miembros de la población (tanto a los desplazados como a los que no lo eran) en torno al objetivo común de un futuro mejor.

El programa buscaba mejorar las condiciones de vida a través de actividades generadoras de ingresos y de empleo. Utilizaba una metodología de acción participativa que permitía a las comunidades tomar el control de su propio futuro en lugar de ser receptores pasivos.

Tras años de conflicto, existía un grado considerable de desconfianza entre los grupos. Para que PRODERE pudiese lograr aceptación en estas comunidades, las actividades del programa necesitaban mostrar resultados concretos, a menudo centrándose en restablecer los servicios básicos y la infraestructura al principio[3]. 

El Sr. Bouvier explicó: «La reintegración de las poblaciones de refugiados era muy problemática, tanto desde un punto de vista económico como político. Aunque los refugiados tenían derechos y se les reconocía como objetivo de apoyo internacional, las poblaciones en su entorno que habían sufrido durante todos esos años no contaban con el mismo apoyo internacional. Por ejemplo, muchas personas eran muy vulnerables porque no tenían identificación oficial; PRODERE trabajó en varios casos para facilitar que la documentación de los individuos fuese un prerrequisito para la protección de los derechos humanos y el acceso al desarrollo».

 «Esta es la razón por la que el enfoque basado en la no discriminación y el territorio funcionó tan bien; podíamos utilizar la financiación y el apoyo para desarrollar comunidades enteras y así facilitar la reintegración de las personas afectadas por el conflicto. También apoyamos a las comunidades que estaban recibiendo esta afluencia adicional de población, así como a las que habían recibido a refugiados, para asegurar que estuviesen sostenidas después de que los refugiados regresasen a sus hogares», añadió.

El impacto de PRODERE

El programa habría beneficiado aproximadamente a 700.000 personas en seis países. Los proyectos estuvieron activos principalmente en El Salvador, Guatemala y Nicaragua, pero también se llevaron a cabo actividades en áreas a las que habían huido solicitantes de asilo en Costa Rica, Belice y Honduras.

Además de los restos físicos de PRODERE que podemos ver hoy en día, el programa es recordado sobre todo por hacer posible un nuevo espacio participativo donde se proporcionaban oportunidades para tomar decisiones a las personas y a las comunidades involucradas en los proyectos.  

Maria-Noel Vaeza, antigua Directora Regional de UNOPS, que entonces trabajaba en Guatemala como asesora en el PNUD, explicó: «PRODERE creó organismos locales de desarrollo económico. Son centros locales que proporcionan información sobre los cultivos, los precios, los nuevos reglamentos y los subsidios. Se crearon docenas de ellos; también eran un lugar para celebrar reuniones sociales. Pero sobre todo eran un área para aprender las lecciones y las mejores prácticas de la comunidad y para lograr una nueva consolidación, lo más importante para la sociedad tras 40 años de guerra».

La OIT, por ejemplo, promovió los organismos locales de desarrollo económico y tenía como objetivo crear empleo mediante el fomento de iniciativas económicas por parte de la población local a través de la creación de pequeñas empresas o cooperativas.

La OMS ayudó a instalar sistemas de salud locales y ACNUR facilitó proyectos de efecto rápido donde las actividades se centraban en repatriados o refugiados.

Era increíble ver cómo progresaba el perdón de las poblaciones a través de oportunidades para el futuro

Maria-Noel Vaeza - antigua Directora Regional de UNOPS

«Era increíble ver cómo progresaba el perdón de las poblaciones a través de oportunidades para el futuro. Este era el tipo de cosas que hacía PRODERE: garantizar la reconciliación de la sociedad y las comunidades, pero al mismo tiempo con vistas hacia el futuro para conseguirlo», explicó Maria-Noel Vaeza.

Óscar Arias presidió la evaluación independiente del programa, dirigida por la Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humano y por la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos/Comité de Asistencia para el Desarrollo. La evaluación resultó tan positiva que, al principio, la gente no le dio credibilidad. El Sr. Bouvier recuerda algo que declaró Óscar Arias: «Incluso sin tener en cuenta todo el trabajo de desarrollo, hubiese merecido la pena la inversión solo por la dimensión de los derechos humano».

PRODERE utilizó una metodología de acción participativa que permitía a las comunidades tomar el control de su propio futuro.

Más allá de PRODERE

La metodología y el modo de pensar de PRODERE se ha convertido en un modelo para el compromiso internacional en varios países, incluidos Albania, Angola, Bosnia y Herzegovina, Camboya, Croacia, Haití, Mozambique, Serbia, Somalia, Tayikistán y Ucrania (Crimea).

«Algo que hace a PRODERE excepcional es que, si se habla con los beneficiarios hoy en día, no solo recuerdan PRODERE, sino que siguen viendo sus frutos en la actualidad», afirmó el Sr. Bouvier.

1. Dennis Dijkzeul, ‘UNOPS in Guatemala: From Relief to Development’, Thesis, New York University, 2000, 9.
2. Alfredo Lazarte, Hans Hofmeijer and Maria Zwanenburg. ‘Local Economic Development in Central America: The PRODERE Experience’, ILO, 1999, 6.
3. Alfredo Lazarte, Hans Hofmeijer and Maria Zwanenburg. ‘Local Economic Development in Central America: The PRODERE Experience’, ILO, 1999, 8.

Fotografías

  • Top: (L) PRODERE sought to improve living conditions through income- and employment-generating activities © Romano Martinis. (R) Coffee farmer, Francisco Matom Bernal, was part of a collective of farmers who were resettled near Nebaj in Guatemala’s Western Highlands after the war ended © Santiago Billy for The Pulitzer Center
  • Above: PRODERE used a participatory-action methodology, which allowed communities to take charge of their own future © Romano Martinis

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