The United Nations Office for Project Services (UNOPS)

Un superviviente del tsunami contribuye a definir el futuro de la preparación ante desastres

Dos décadas después del tsunami de 2004, una escuela reconstruida en Aceh, en Indonesia, se erige como símbolo de esperanza y resiliencia, y alienta a toda una generación a sobreponerse a la tragedia. Mostramos la trayectoria de un superviviente, desde su etapa de estudiante hasta convertirse en especialista en gestión de desastres, que está contribuyendo a crear comunidades más seguras.

El 26 de diciembre de 2004, un fuerte terremoto frente a la costa de la isla indonesia de Sumatra desencadenó uno de los tsunamis más mortíferos de la historia. Este desastre devastó comunidades de todo el sudeste asiático y se cobró la vida de más de 170.000 personas solo en Indonesia, donde la provincia de Aceh fue la más afectada por la destrucción. Pueblos enteros fueron arrasados por el agua, e infraestructuras vitales –incluidas más de 1.100 escuelas en la provincia de Aceh– fueron destruidas, lo que dejó a decenas de miles de niños y niñas sin acceso a la educación.

A raíz de la tragedia, los esfuerzos de reconstrucción unieron a la comunidad internacional, que se centró en devolver la esperanza mediante infraestructura resiliente. En colaboración con UNICEF, UNOPS construyó 225 escuelas resistentes a los terremotos en la provincia de Aceh y la isla de Nias. Diseñadas para proporcionar entornos de aprendizaje seguros y modernos, estas escuelas son mucho más que meros edificios: se han convertido en símbolos de recuperación y resiliencia.

Para Rifqi Irvansyah, estos esfuerzos tuvieron un impacto transformador. Rifqi era un niño que cursaba tercero de primaria cuando se produjo el tsunami, que alteró para siempre el curso de su vida.

El tsunami

Rifqi Irvansyah, de nueve años, estaba viendo la televisión con su familia en su casa en Aceh, en Indonesia. Parecía una mañana de domingo cualquiera. Entonces el suelo tembló.

«Al principio pensamos que era un terremoto normal», recuerda Rifqi. «Pero el temblor se hizo cada vez más intenso».

Cuando empezaron a aparecer grietas en las paredes de las casas cercanas, Rifqi y sus vecinos corrieron para ponerse a salvo. Cuando los temblores disminuyeron, pensaron que lo peor había pasado, hasta que alguien gritó: «Ie laot ka di ek» (¡El agua del mar está subiendo!).

El pánico se apoderó de la comunidad, que huyó a terrenos más elevados. «Por suerte, vivíamos cerca de una colina», explica Rifqi. «Mi familia y yo nos refugiamos allí, junto con muchas otras personas».

El tsunami se detuvo a menos de tres kilómetros de su casa, salvándola pero dejando tras de sí un rastro de destrucción. En los meses siguientes, la escuela de Rifqi cerró y las clases se trasladaron a unas instalaciones improvisadas en un campamento de evacuación.

«Las instalaciones eran mínimas, pero nos permitían seguir aprendiendo mientras esperábamos a que se reconstruyera la escuela», recuerda.

Cuando la escuela de Rifqi fue finalmente reconstruida, marcó un punto de inflexión no solo para él, sino para toda su comunidad.

«La nueva escuela se sintió como un nuevo comienzo», afirma Rifqi. «Las aulas estaban recién pintadas, los techos reparados y la biblioteca era mucho más grande y estaba mejor equipada».

Un legado que perdura

Las escuelas reconstruidas por UNOPS no solo restablecieron la enseñanza, sino que también crearon un nuevo estándar para la infraestructura resiliente a los desastres. Estas escuelas, diseñadas para resistir terremotos y otras amenazas, priorizaron la seguridad del alumnado al tiempo que incorporaron características adaptadas a las necesidades de la comunidad. Estos esfuerzos contribuyeron a aumentar las tasas de escolarización en la enseñanza primaria, reducir las tasas de abandono escolar y aumentar las tasas de estudiantes que terminan sus estudios en toda la región.

Esta experiencia despertó en Rifqi un interés de por vida en la preparación ante desastres.

«El tsunami de 2004 y los posteriores esfuerzos de reconstrucción influyeron profundamente en mi decisión de dedicarme a la ingeniería sísmica y la gestión de desastres. Como superviviente, ver la inmensidad de la destrucción y los desafíos a los que se enfrentó mi comunidad durante la recuperación me causó una gran impresión», asegura.

La experiencia me hizo comprender lo importante que es contar con infraestructura sólida y prepararse ante los desastres para reducir su impacto.

Cuando se reconstruyó mi escuela, vi cómo las mejoras en los diseños y la construcción no solo aumentaron la seguridad del edificio, sino que también brindaron a la población la esperanza de un futuro mejor. Esto despertó mi interés en cómo la ingeniería puede salvar vidas y ayudar a construir comunidades más fuertes».

Rifqi es ahora investigador en el Centro de Investigación sobre Tsunamis y Mitigación de Desastres de Aceh, y se dedica a evaluar la vulnerabilidad de los edificios, y en particular de las escuelas, ante los desastres naturales.

«Los edificios escolares son un elemento clave por varias razones. Son muy vulnerables a los desastres porque albergan a niños y niñas, que pueden no entender bien las medidas de mitigación», explica. «Garantizar que estos edificios cumplen las normas de seguridad más estrictas es esencial para salvar vidas y apoyar los esfuerzos de respuesta ante los desastres».

A través de su investigación, Rifqi trabaja para garantizar que las generaciones futuras no se enfrenten a las mismas vulnerabilidades. «Mi principal objetivo es ayudar a construir comunidades más seguras y empoderar a las sociedades para que se recuperen más eficazmente de los desastres naturales», sostiene.

Pilares de resiliencia

Dos décadas después del tsunami, las escuelas construidas en Aceh y Nias siguen sirviendo como centros importantes para el aprendizaje y la resiliencia de las comunidades. Se han convertido en espacios seguros para niños y niñas, incluso durante situaciones de emergencia, y han inspirado la adopción generalizada de prácticas de construcción resistentes a los desastres.

Ahora que se cumplen 20 años desde que se produjo este desastre en la región, historias como la de Rifqi ponen de relieve el impacto duradero de las inversiones en infraestructura resiliente. Demuestran que la recuperación no consiste solo en reconstruir lo que se perdió, sino en crear comunidades más fuertes y seguras que puedan afrontar el futuro con confianza.


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