The United Nations Office for Project Services (UNOPS)

Un rayo de esperanza para las familias afectadas por las inundaciones

En el oeste de Kenya, un programa de transferencia de efectivo está ayudando a una comunidad devastada a reconstruirse.

  • Fotografías: © Programa Mundial de Alimentos/Martin Karimi

Gabriel Ndong’a se apoya contra un poste de madera, bastón en mano. A su izquierda, una puerta de madera azul con la pintura descolorida está entreabierta. Tras ella, una casa cuyas paredes de barro se las ha llevado el agua, dejando pilares desnudos para sostener un techo de chapa que amenaza con caerse en cualquier momento.

Gabriel vive en Kadibo, una zona en el condado de Kisumu en el oeste de Kenya afectada anualmente por las inundaciones.

Las inundaciones en el condado de Kisumu generalmente ocurren cuando el río Nyando se desborda durante las estaciones de lluvias. Pero en los últimos años, el reflujo de agua del lago ha aumentado y se ha asentado permanentemente en las ricas tierras de cultivo, destruyendo la infraestructura y acabando por completo con los medios de vida de miles de familias.

Kadibo ha sido el hogar de Gabriel durante los últimos 30 años. El suelo en el que se sienta todavía está húmedo. Enfermo y débil, contempla cuidadosamente lo que una vez fue su próspera granja, pero ahora es un pantano cubierto de vegetación. A un lado de la casa en ruinas, tres jóvenes prueban suerte pescando peces de fango con sedales y anzuelos caseros. El agua ha estado aquí el tiempo suficiente para que los peces desoven y hagan de este charco su hogar.

Gabriel posa sentado al lado de lo que queda de su hogar.
Gabriel dentro de su nuevo hogar, una tienda de campaña donada por una de las muchas organizaciones de ayuda humanitaria.

«Esta es mi tierra ancestral. Solía cultivar y criar vacas aquí, pero durante los últimos seis años, la tierra ha estado bajo el agua: los cultivos quedaron destruidos y mis animales están muertos», explica Gabriel. «Estoy jubilado y no tengo dinero para comprar tierras en otro lugar. No puedo ir a otro sitio».

Las casas destruidas se encuentran dispersas por el paisaje. Escuelas y hospitales vacíos están sumergidos en el agua. Lo que una vez fue tierra habitable y productiva ahora está en ruinas.

En todo el condado, se estima que 8.000 familias afectadas por las inundaciones viven actualmente en refugios temporales, y la mayoría tiene pocas perspectivas de volver a casa.

Las tiendas de campaña blancas, proporcionadas por varias organizaciones de ayuda, reflejan los intensos rayos del mediodía. Gabriel y su esposa viven en una de estas tiendas de campaña en Ogenya Israel, una de las 24 aldeas de tiendas de campaña para personas desplazadas repartidas por todo el condado de Kisumu. Gabriel depende de la asistencia proporcionada por los organismos de ayuda para satisfacer sus necesidades básicas.

En el marco de los esfuerzos de respuesta, el Programa Mundial de Alimentos, el Fondo Central para la Acción en Casos de Emergencia de las Naciones Unidas y UNOPS colaboraron con el Gobierno del condado de Kisumu para proporcionar a casi 3.000 hogares afectados por las inundaciones transferencias de efectivo por un total de 5.000 chelines (casi 40 USD) al mes durante dos meses.

Linet Atieno se sienta en su nueva casa improvisada, en parte hecha de chapas donadas por el Gobierno local. En el exterior, alrededor de dos kilos de maíz se extienden sobre una lona para secar. Esto es lo que queda de la bolsa que compró hace unas semanas gracias al dinero del programa de transferencias de efectivo.

«Solía ganarme la vida vendiendo esterillas hechas de cañas de papiro mientras mi esposo cultivaba y mantenía animales. El nivel del agua del lago ha subido tanto que no puedo llegar a los juncos, y nuestras tierras de cultivo están sumergidas», relata Linet.

El esposo de Linet ahora ha comenzado a pescar. Le está pasando factura a su salud y nunca tiene garantizada una captura decente.

Para Linet, las comidas son cada vez más difíciles de proporcionar.

«Antes de las inundaciones, solíamos cultivar alimentos como maíz, calabaza, yuca, batatas, y teníamos acceso a la leche de las vacas», dice Linet. «Solíamos comer lo que queríamos para el desayuno, el almuerzo y la cena. Hoy, tenemos suerte si podemos hacer dos comidas. Para desayunar, preparamos un té fuerte o unas gachas de avena; y para cenar, hacemos ugali con omena (un pescado pequeño barato)».

Las transferencias de efectivo están ayudando a las familias a satisfacer necesidades inmediatas alimentarias, médicas y educativas, y ayudando a algunas personas a asegurar sus medios de vida a futuro.

«Compré harina de maíz para mi familia, pagué parte de las tasas escolares de mis nietos y abastecí mi puesto de comestibles con huevos, col rizada, tomates y col», afirma Dorcas Adhiambo. «Lo que necesito es capital para impulsar mi negocio».

Dorcas utilizó el dinero que recibió para reabastecer su puesto de comestibles.
Joyce regenta ahora una pequeña tienda para ganar dinero con el que alimentar a sus hijos y pagar su educación.

En la otra acera, Joyce Akinyi regenta un pequeño quiosco. Durante más de diez años, cultivó y vendió calabazas, maíz, tomates y verduras, pero las inundaciones destrozaron la granja y su hogar hace cuatro años. Sin esperanza de volver a cultivar, está empezando de nuevo, utilizando el dinero del programa de transferencia de efectivo para abastecerse.

«Después de perderlo todo, tuve que encontrar una manera de alimentar y educar a mis hijos», explica Joyce. «Espero que, algún día, este pequeño negocio me ayude a reconstruir mi casa».


Mediante esta iniciativa se respaldan los siguientes Objetivos Mundiales:


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