Si tuviera que adivinar cuál es la principal causa de muerte infantil y juvenil en el mundo, ¿qué respondería?

¿Malaria? ¿Neumonía? ¿Suicidio? Todas representan una importante proporción, pero no, se trata de los accidentes de tráfico.

Los automóviles existen desde hace más de 120 años y sabemos cómo evitar estas tragedias. Sin embargo, los accidentes de tráfico siguen cobrándose más de dos vidas cada minuto y casi 1,2 millones de vidas al año.

Si estas muertes estuvieran causadas por un virus, se consideraría una pandemia y el mundo se apresuraría a desarrollar vacunas para prevenirlas.

No obstante, durante mucho tiempo se ha ignorado, malinterpretado e infrafinanciado la reducción de las muertes en carretera.

Las personas siempre cometerán errores en la carretera, pero disponemos de soluciones probadas que garantizan que nuestros sistemas de transporte puedan asimilar estos errores de forma que se reduzca significativamente el riesgo de muerte.

Como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y del Decenio de Acción para la Seguridad Vial 2021-2030 de las Naciones Unidas, el mundo se ha fijado el ambicioso objetivo de reducir a la mitad las muertes en carretera en todo el mundo para 2030.

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